En todos los tiempos han existido trastornos que se manifiestan a través de la conducta. Sin embargo, esta generación llama la atención por la frecuencia con que se presentan estas disfunciones a la consulta de salud mental, escuelas, incluso en lugares públicos.
Llama la atención observar cómo se comportan algunas personas cuando tienen que acatar el cumplimiento de las reglas, a veces tan simples como esperar su turno en la fila, el respeto hacia los demás, o frente a figuras de autoridad.
Estamos frente al trastorno oposicionista desafiante, un problema que implica un patrón recurrente de conducta negativista, desafiante, desobediente y hostil dirigida hacia las figuras de autoridad.
Generalmente los niños con un trastorno oposicionista desafiante suelen identificarse desde los dos o tres años, ya que sus conductas resultan muy disruptivas, llegando incluso a crear problemas familiares. Debe puntualizarse que padecer el trastorno oposicionista desafiante incrementa el riesgo de desarrollar un trastorno disocial de la conducta y de manifestar una personalidad antisocial en la edad adulta.
La preocupación surge por el hecho de que no solo observamos niños con estos síntomas, sino también adultos, quienes con mayor frecuencia asumen conductas desafiantes. De aquí la importancia de aprender a identificar este trastorno en las diferentes etapas del desarrollo. A continuación veamos los síntomas del trastorno oposicionista desafiante:
1- Se encoleriza e irrumpe en pataletas.
2- Discute con los adultos.
3- Desafía activamente a los mayores o rehúsa cumplir sus demandas.
4- Molesta deliberadamente a otras personas.
5- Acusa a otros de sus errores o mal comportamiento.
6- Es susceptible o se siente fácilmente molestado por otros.
7- Colérico y resentido.
8- Rencoroso o vengativo.
Realmente, se evidencia un deterioro clínicamente significativo en la actividad social, académica, y familiar.
Las causas pueden ser múltiples, consideraremos la explicación de teoría del aprendizaje, la cual indica que las características negativas del trastorno oposicionista desafiante son actitudes aprendidas que no son sino un reflejo de los efectos de las técnicas del refuerzo negativo empleadas por los padres y las figuras de autoridad. Así se piensa que el empleo de refuerzos negativos incrementa la frecuencia e intensidad de los comportamientos opositores en el niño, que de este modo logra llamar la atención de los adultos y obtiene la interacción deseada.
Vemos reforzada esta conducta cuando frente a una pataleta, el padre o la madre accede a la petición del niño o la niña, lo cual solo logra programar en el subconsciente, que a través de rebelarse ante la autoridad, hacer rabietas, desafiar, etcétera ayudará a lograr al final de cuentas lo que desea.
Particularmente considero que también es importante comprender otros factores causales como la personalidad o el temperamento del niño (normalmente más fuerte y enérgico que el de sus coetáneos) y el desarrollo de sucesos estresantes como el divorcio entre los padres, los problemas familiares o las enfermedades.
De hecho, existen varios especialistas que señalan que un temperamento fuerte se encuentra en la base del trastorno oposicionista desafiante, los sucesos estresantes pueden actuar como un desencadenante del trastorno mientras que las actitudes de los padres y el control que ejercen sobre el comportamiento rebelde de los niños son el factor clave para dar lugar a las conductas desafiantes.
Cuando este trastorno no se resuelve, en la adolescencia suelen aparecer graves problemas escolares debido a que los niños son particularmente resistentes y desagradables, presentando dificultades tanto en las relaciones con los profesores como con los amigos.
Vale aclarar que en muchos casos el tratamiento del trastorno oposicionista desafiante implica no sólo la psicoterapia sino también la farmacología a través de un médico psiquiatra. La terapia familiar y la psicoeducación de los padres es básica para lograr cambios en la conducta.
Los padres deben aprender intervenciones mediante una serie de pautas muy bien estructuradas y sistematizadas dirigidas a que el niño adquiera un abanico de conductas positivas que le ayuden a alcanzar el éxito en el colegio y en sus relaciones sociales.
En el caso de los adultos requiere un compromiso frente al cambio y un proceso de psicoterapia focalizada en aprender a regular las emociones, desarrollar la tolerancia a la frustración y la habilidad para resolver problemas.
Fuente: Olga María Renville
Especialista del Centro Psicológicamente
Experta en Filosofía Mental