Hace poco, mientras caminaba por una de las calles del Gran Santo Domingo, recibo algunos simpáticos piropos, pero otros días me topo con miradas que te desvisten y comentarios vergonzosos e incómodos que lejos de ser halagos, son como un cuchillo que cortan tu dignidad y te generan malestar, al tiempo que logras desvanecerlos en tu mente.
En el proceso de investigación de este reportaje, tenía que vivir el tema desde una experiencia propia y rememorar lo mucho que me molestaba durante mi adolescencia, pasearme por lugares abiertos maquillada y bien vestida. En aquella época, por lo acostumbrada que estaba y lo frecuente que pasaba, entendía que podía tratarse de una incomprensión.
¡Claro!, vivimos en un país donde los hombres son enamoradizos, por qué he de molestarme tanto por ello… Sin embargo, esa justificación no tenía respaldo, ya que simplemente era una víctima más del abrumador acoso callejero, que al igual que muchas sufren en su diario vivir.
¿Y LAS MUJERES QUÉ SIENTEN?
Es innegable que el piropo es un sello cultural y para algunas mujeres, es la aprobación de que son bonitas, porque el sexo opuesto las aprueba. De ahí deviene la idea equivocada- cuando son cargados de morbosidad- de que los piropos son “simpáticos” y no tienen nada que ver con violencia o acoso.
Para las sociólogas mexicanas Patricia Gaytan Sánchez y Martha Elena Pérez Pérez, a pesar de tener su lado divertido, nunca deja de ser acoso ni agresión para quien lo recibe.
Hablar con algunas mujeres y saber sus sentimientos al respecto, demuestra claramente que la práctica de piropear (en tono morboso) es vista como algo normal y como parte de ‘‘una costumbre social’’ que se ha dado en todos los tiempos. Su frecuencia es tanta, que muchas han perdido la capacidad de asombro y han aprendido a convivir con ellos, sin darse cuenta de que esto forma parte de un tipo de violación a la dignidad y el derecho de andar libremente por las calles sin ser acosadas.
LA PSICÓLOGA DICE…
Se entiende que esta práctica que se hace en las aceras, las universidades, los bancos y en los supermercados con la intención de ‘‘agasajar’’, es una forma de acoso sexual (ASC) que consiste en comentarios indeseados, silbidos y otras acciones similares desde personas extrañas.
En los ojos psicológicos de Heidy Camilo, lo define como acoso callejero a los piropos y comentarios con una carga sexual, ya que estos no son más que comentarios obscenos y ridiculizantes que ofenden a la mujer. Según Heidy, esto puede pasar tanto a hombres como a mujeres, pero estadísticamente se da más en el caso de la mujer, porque hay un permiso social para hacerlo, por tendencias machistas. Desde la apreciación de Camilo, todas las conductas, gestos y discursos donde se degrada el cuerpo y se cosifica ( convertir en cosa a alguien) a la mujer, se entiende como una forma de acoso.
Lo cierto es que esta forma de acoso es diferente a las que estamos acostumbradas a escuchar, pero es tan dañina como cualquier otra forma de violencia, partiendo de que es una práctica no deseada y en su defecto, porque genera un impacto psicológico negativo para las mujeres, que viven esto varias veces al día y desde su etapa de la adolescencia.
¿TE HALAGAN PARA CONQUISTARTE?
Lo curioso de este comportamiento es que además de que el acosador entiende que las mujeres disfrutan de este tipo de atención, muchas veces, no lo hacen con el interés de entablar una comunicación real con la víctima, según algunas declaraciones de algunas mujeres que han recibido estos halagos de doble filo.
‘‘Te paseas por la calle con unos jeans apretados y no creas que se acercarán a ti para conocerte, solo es para decirte los buenas que están tus…’’, María Pérez.
‘‘Básicamente te vocean un sinnúmero de groserías y si no los miras, te insultan aún más’’, Erika Casado. ‘‘No he visto el primero que se me haya acercado para conocerme’’, Eloisa Fernández.
Estos comentarios de algunas mujeres, ponen de manifiesto una duda, y es que, si su interés no es la mera conquista, entonces ¿cuál es la intención real y qué se esconde detrás de quien los emite?
Algunos hombres (Testimonios anónimos) -de los que se excluyen de piropear en las calles- nos respondieron que algunos lo hacen porque entienden que las mujeres lo disfrutan, otros piensan que es una conducta inconsciente machista que los hace sentir con cierto liderazgo ante la mujer y les da ese aire de ‘pavos reales’, cuando encuentran la mujer sola caminando e indefensa. Otros asumen que como las mujeres no replican ni demuestran incomodidad, se sienten con el derecho y no le ven nada de malo en ello.
¿QUÉ HAY DETRÁS DE LOS PIROPEADORES?
Heidy entiende que lo que hay detrás de estos hombres es una construcción permisiva de la sociedad. ‘‘Se le educa al varón de que tiene el poder de conquistador y de que tiene que demostrar su masculinidad, además, se les da el derecho de invadir el espacio de la mujer. Entonces todo lo que tiene ese matiz equivocado de halago, no es más que una agresión sexual a la mujer’’, afirma.
El hecho de que nos afecte este tipo de agresión sexual, no es porque la mujer es débil o porque se vea indefensa fruto de una estima baja. ¡Nunca piensen que estos comentarios les afectan, porque poseen una autoestima baja!
La psicóloga desmiente por completo esta duda, ya que estos comentarios afectan tanto a mujeres con autoestimas sanas y viceversa. «Si un acosador te vocea una mala palabra, tu puedes tener la autoestima más alta y aún así te dará vergu¨enza esto. El acoso callejero no mira raza, personalidad o color, posición social, es completamente responsabilidad del acosador, no tuya».
UNA PRESA FÁCIL
Ser una víctima del acoso callejero no se da porque tienes tal personalidad o tal actitud. La psicóloga dice que el simple hecho de nacer mujer en países machistas, te convierte en ‘‘presa fácil’’.
Y esto es muy visible, ya que la principal víctima de acoso es la mujer, no solo aquí sino en todo el mundo.
Heidy da una idea muy acertada y es que ‘‘la sociedad le ha dado el permiso al hombre de vociferar todo lo que él quiera a la mujer, pero si tú como mujer piropeas a un hombre, fácilmente puedes ser tildada de ‘‘fácil’’, es decir, al final siempre la mujer tiene la de perder’’.
No ser presa fácil, es aprender a rebotar los malos comentarios y no sentir vergu¨enza. Pero sobre todo, no creerse merecedora de ellos, cuando son negativos y discriminantes. Así lo recomienda la experta. Pero algo sumamente importante que ella menciona, es que hay que revisar nuestra propia estructura de creencias; esa idea de que yo como mujer soy la ‘‘provocadora’’, por mi forma de vestir o de caminar.
¡Presta atención a esto! ‘‘Tienes el derecho de andar por la calle como gustes y de vestirte como se te antoje. El hombre tiene la libertad de mirarte y de sentir deseos por ti- eso sí, no lo puedes controlarpero nadie tiene el derecho de ofenderte con comentarios».
¿CUÁNDO ES QUE OCURRE UN ACOSO?
Sin alejarnos del tema, en los últimos meses o años, se ha venido dando una revelación a nivel mundial de las mujeres que han sido violentadas o acosadas de alguna forma. Tanto, que parece ser una tendencia, pero ‘‘no es que se ha convertido en una moda, es que se están reportando conductas que antes eran normalizadas’’, así lo explica Heidy.
La mujer hoy día está más consciente de lo que no le toca recibir y lo que le toca refutar, pero estar consciente no es ver cualquier situación como maltrato o acoso. No se puede caer en el ‘‘delirio de acoso’’, y para eso, hay que saber identificar cuándo realmente ocurre una violación a la dignidad. «¡Todo lo que provoca malestar es maltrato!», así lo simplifica Camilo, con respecto a la forma de identificarlo.
Ella deduce que si por ejemplo te paseas por la calle y te agradan dichos cumplidos-los recibes con una sonrisa o buena cara- independientemente del tipo que sean, ahí no se está dando ninguna forma de maltrato, porque existe un consensualidad, pero si de lo contrario, te molesta y es persistente, en esos términos, sí se puede hablar de acoso.
El asunto de la agresión verbal mal llamado ‘‘piropo’’, es tan de la cultura latinoamericana, que algunos países se han dado a la tarea de sancionar estas microagresiones con leyes públicas. España, México, Nueva York y Perú son algunas de las ciudades que se han dado a la tarea de sancionar a los practicantes.
De este lado, hubiésemos deseado decir lo mismo, sin embargo, aún no se le ha dado un tratamiento directo a este tipo de maltrato por su forma tan compleja de demostrar. Pero la Ley No. 24-97, sobre la Violencia Intrafamiliar y contra la Mujer, sí ampara agresiones persistentes y hasta cierto punto demostrables.
Hasta que los movimientos en contra se reproduzcan aquí como lo han hecho muchos países, quizás sea el empuje final para que se le tome más consideración, pero mientras tanto, nos toca crear una barrera que haga rebotar toda forma de maltrato, por más inocente que se vea.
¡RECIBE LOS BUENOS, IGNORA LOS NEGATIVOS!
El que emite ciertos tipos de piropos, quizás no lo hace con la intención de herir, ni ofender, ni molestar; aunque estos sentimientos sean muy conocidos para ti y para mí (quien escribe), sin embargo, nos toca entender que la es raíz de este tema, simplemente es por el machismo arraigado que aún corre ‘‘por algunas venas’’.
A nosotras nos toca identificar el maltrato y si es necesario reportarlo, y lo que no podemos controlar, hacernos de oídos sordos. A ellos les toca mejorar su forma de coquetear, controlar sus impulsos para no lastimar y volver a la real intención del piropo, que es la de resaltar los atributos de una mujer con palabras bonitas y de una manera limpia, como se solía hacer tiempos atrás.
El mensaje final sería: nunca permitir que una opinión negativa se convierta en tu realidad, y aprender a exigir con respeto y amor.
Fuente: Venez Gafer