La medicina actual ha puesto mucho énfasis en los procedimientos técnicos, a la vez que ha minimizado el valor de las relaciones interpersonales en la asistencia clínica.
El diagnóstico de cáncer supone en los pacientes y sus familiares una ruptura brusca con la vida cotidiana.
Este proceso de ruptura presenta aspectos comunes y diferencias en función del tipo de tumor, la edad, el entorno social, los compromisos familiares y la gravedad de la enfermedad.
Como aspectos comunes destacan la despersonalización, la pérdida del equilibrio emocional, el miedo y las tensiones asociadas a los tiempos de espera, donde se abren una serie de preguntas que, sin lugar a dudas, despiertan en nuestros pacientes la ansiedad y la duda, afectando su estado de ánimo ante una enfermedad que trae desesperanza a la vida de las personas.
Como enfermeras, necesitamos una serie de conocimientos, habilidades y actitudes para manejar con soltura y eficacia la relación con el paciente y su familia, y hacer que esta sea un instrumento de ayuda, para las intervenciones de cuidados propios de enfermería que ameritan estos casos.
En el Instituto de Oncología el personal de enfermería trabaja con la escucha activa y reforzamos la relación enfermera-paciente; no se debe olvidar que este se encuentra en una situación de dependencia. Si nuestro comportamiento es frío y distante, aumenta la ansiedad del paciente.
CLAVE
Confidencialidad.
Al paciente no solo se le debe el secreto profesional; también se merece nuestro respeto y el derecho a ser escuchado.
Esto nos mantiene más cerca de ellos y de su familia.
La autora es encargada del Servicio de Enfermería del Instituto de Oncología Dr. Heriberto Pieter
Fuente: Listin Diario