Hace más de veinte años, Mario Vargas Llosa publicó su discreta autobiografía “Cartas a un joven novelista” (1997) retomando (con un giro) en sus primeras cartas el concepto principal de las “Cartas a un joven poeta” (1929) de Rainer Maria Rilke. En ambas colecciones epistolares, hay un consejo que parece típico, sin embargo, me pareció excelente recurrir a la fuente de dicho consejo intelectual: La importancia de crear en soledad.
Rilke explica, que uno primero debe decidir si quiere ser escritor o no. Luego, uno debe de escribir en soledad o por su cuenta, para que tanto el texto sea lo más puro posible. Tal como popularizó Stephen King, uno debe “escribir con la puerta cerrada, editar con la puerta abierta.”
Sin embargo, Vargas Llosa, le da un giro a este consejo: primero decidir si uno tiene vocación literaria, luego dejar que la vocación literaria te esclavice para crear una obra que te trascienda (esta idea proviene del autor Thomas Wolfe). Esto a su vez requeriría poner tu literatura por encima de todo.
Esta última interpretación se relaciona con la primera y cuarta cartas de Rilke en el sentido de que la vocación no debe de necesariamente consumirte, sino que deben de expresarse a través de tu experiencia solitaria. A este proceso añade que el trabajo debe ser la razón, no el producto final: amar el proceso de escritura, porque eso es lo que define tu carrera y tú mismo. Si no te gusta lo que haces, entonces no lo hagas.
Todo esto confluye en el siguiente consejo: uno debe dejarse fluir en la creación en soledad, porque nadie va a escribir por usted. Debes responder solo a tu pasión. Por lo tanto, lo que hay que hacer en un inicio, es dejarse llevar por la soledad durante tu trabajo, porque del esfuerzo es que las musas bajan del cielo.
Fuente: Listin Diario