Mónaco, el pequeño Principado de los Grimaldi, es sin dudas, el encanto de la Riviera. Sus regalos al viajero hacen olas: vistas como de postales perfectas junto al azul Mediterráneo, un casino de película y leyendas de cuento de hadas.
La familia real de Mónaco, el Príncipe Alberto y la Princesa Charlene con frecuencia están mencionados en noticias: así sucede con miembros de la realeza pues todo el mundo quiere saber lo más posible sobre los detalles de sus vidas y si son felices. Pero la leyenda principal asociada con Mónaco es la de la actriz norteamericana Grace Kelly quien pasó de ser reina del celuloide en Hollywood a princesa real de Mónaco. Es una leyenda que siempre perdura –como las de Marylin Monroe y de la Princesa Diana y de otras mujeres que vivieron en la cima de la fama y murieron relativamente jóvenes–. Sitios asociados con Grace Kelly son, por lo tanto, siempre populares entre muchos viajeros, incluyéndome a mí, que nunca me los pierdo cada vez que tengo la dicha de visitar el Principado.
Grace Kelly, cuyos créditos incluyen películas clásicas como “High Society” (Alta sociedad, con Bing Crosby y Frank Sinatra), y “To Catch A Thief” (A capturar a un ladrón, con Gary Grant), vivió un cuento de hadas en la vida real, casándose con el príncipe Rainiero III y convirtiéndose en la princesa de Mónaco, donde vivió en un gran palacio real en la altura de la Roca de Mónaco por el resto de su vida.
Sitios relacionados a la vida de Grace Kelly incluyen el Palacio del Príncipe de Mónaco, donde ella vivió hasta que murió a la edad de 52 años en un accidente automovilístico por la Moyenne Corniche, una de las “corniches” (las carreteras junto al mar de la Riviera) en 1982. Ubicado en la Plaza del Palacio, la mansión real cuenta con opulentos apartamentos abiertos al público cada verano y una colección de arte europeo de los siglos XVIII y XIX.
La Catedral de Mónaco, 4 rue Colonel Bellando, es otro imperdible relacionado con Grace Kelly. En esta sencilla y elegante catedral fue que ella se casó con Rainiero en 1956. La catedral está construida de piedra blanca de La Turbie en estilo románico-bizantino. A veces llamada Catedral de San Nicolás, data del 1875 y es el sitio del descanso eterno de los príncipes de Mónaco. Sus tumbas, incluyendo las de Rainiero III y Grace Kelly, están ubicadas bajo del piso alrededor del altar mayor de la catedral. Rosas frescas siempre adornan la tumba de Grace Kelly demarcada con su nombre en latín, “Gratia” –las rosas, nuestro guía nos dijo eran su flor predilecta: antes las enviaba Rainiero, ahora las envía su hijo el príncipe Alberto II.
Otra visita obligada para los que quieran seguirle los pasos a Grace Kelly en Mónaco es el Jardín de las Rosas de la Princesa Grace en Espace Fontvieille, con más de 4,500 rosales de unas 200 variedades de rosas alrededor de una linda laguna con cisnes. Otro jardín, dedicado a la memoria de Grace Kelly, es el Jardín Japonés en la Avenida de la Princesa Grace con bellos cerezos y pinos.
Pero claro, simplemente pasear por el Principado trae ya de por sí recuerdos de Grace Kelly. Una de las joyas de la Riviera, el pequeño Principado –de solo tres millas cuadradas de extensión– tiene una ubicación privilegiada, entre los Alpes majestuosos y el azul Mediterráneo, con la Riviera francesa al oeste y la italiana al este.
Cuenta con cuatro distritos: Monaco-Ville en la “Roca”, o promontorio de Mónaco, en la parte antigua del Principado, donde se encuentra el Palacio del Príncipe, la Catedral, y otros puntos de interés; la Condamine, o área del Puerto; Fontvieille, un área reclamada del mar y dedicada a atracciones para el recreo; y el distrito principal con negocios y centros de recreo, Monte Carlo. Monte Carlo es sinónimo de lo sofisticado y glamoroso –un sitio superchic adornado con bella arquitectura, jardines y obras de arte, incluyendo varios bronces monumentales y rotundos del escultor colombiano Fernando Botero. Sus calles están colmadas de Rolls Royces, Ferraris y Mercedes Benzes.
Nadie se va de Mónaco sin visitar su famoso Casino y la Ópera de Monte Carlo, Salle Garnier, ambas estructuras diseñadas en 1878 por el insigne arquitecto del siglo XIX Charles Garnier, quien también diseñó la Ópera de París.
La Ópera de Monte Carlo, en estilo Belle Epoque, cuenta con una corona en la cúpula de la sala de conciertos que descansa en un marco de metal diseñado por Gustav Eiffel, el creador de la Torre Eiffel de París.
Paseos muy agradables incluyen el Jardín Exótico con cactus y otras plantas suculentas, y el Jardín Zoológico, establecido por el Príncipe Rainiero III en 1954 que cuenta con 50 especies de animales incluyendo tigre blanco, hipopótamo, y aves exóticas.
VISITA OBLIGADA
Pero esto no es todo: hay varios museos y atracciones de interés: el Oceanographic Museum & Aquarium, fundado por el Príncipe Navegante, Alberto I, estuvo bajo la dirección del famoso científico y explorador del mar, Jacques Cousteau, por tres décadas, y tiene una estupenda colección de vida marina. El Grimaldi Forum es una sala de exhibiciones de arte y centro de conferencias -y en sí una obra maestra arquitectónica, con vistas panorámicas del Mediterráneo. El Museo Nacional, diseñado por Garnier, contiene una colección de muñecas y figuras mecánicas de clase mundial. Y la Colección Privada de Autos Clásicos del Príncipe Rainiero consiste de 100 autos antiguos perfectamente conservados.
El Principado cuenta también con un calendario nutrido de eventos especiales –el evento anual más famoso de todos es el Formula 1 Grand Prix, que se presenta en mayo cada año–.
Y desde luego, otros imperdibles de Mónaco son sus sabores, incluyendo la típica torta di verdure, un delicioso pastel de vegetales con quesos y especias. Quizás, ideal para disfrutarlo, como yo siempre lo hago, en uno de los muchos cafés al fresco en la plaza y calles cercanas al Palacio del Príncipe.
Si vas
Mónaco cuenta con excelentes hoteles incluyendo el Hotel de París y el Hotel Metropole Monte Carlo. Y el principado es frecuente escala en cruceros por el Mediterráneo. Oportunidades para day-tripping incluyen excursiones a Niza en la Riviera francesa y a Portofino en la italiana.
GEORGINA CRUZ