Todos tenemos relación con la maternidad de una forma u otra. Algunas somos madres, todos somos hijos.
En mi caso, ser madre ha sido mi mayor regalo. Mi hija, Chelsea, es quien me ha inspirado a ser una eterna aprendiz y un ser humano en la búsqueda constante de convertirse en su mejor versión. Ella es mi maestra más grande. Es un alma vieja que me daba lecciones desde pequeña. Ha sido mi impulso, mi inspiración.
La amo tanto como las palabras no alcanzan a describirlo en su justa medida. Ella es mi persona favorita en todo el mundo, y quien mejor me conoce y me entiende. Tenemos una complicidad envidiable que agradezco a Dios y que atesoro.
Ser madre ha sido el proceso más transformador y enriquecedor de mi vida. Ha conllevado risas y llantos, altas y bajas, retos y grandes logros.
A continuación te comparto tres grandes enseñanzas que me ha dejado la maternidad:
Los mejores regalos se presentan de manera inesperada. Fui madre soltera. Aunque ya era mayor de edad, todavía era muy joven. Y la verdad es que no sabía qué rayos estaba haciendo. Sin embargo, mi hija se convirtió en mi motor impulsador. Por ella, y para que tuviera más y mejores oportunidades que las que tuve yo, realicé hazañas heroicas que me estiraron a niveles impensables. Pasé de ser una muchachita de barrio con una bebé en brazos, perpleja y temerosa, que no contaba con el apoyo del progenitor, a una mujer empresaria que le enseñó valores, ética de trabajo y la encaminó a estudiar en una universidad de Estados Unidos, graduarse simultáneamente con honores de dos carreras, y ser una mujer independiente que vive en dicho país y se sostiene por sí sola.
Tu reto más grande puede convertirse en tu mayor bendición. No me imagino mi vida sin mi hija. Todo lo lindo y bueno que me ha pasado, de alguna manera tiene que ver con ella. Y aunque ya es una adulta, siempre estoy al pendiente, hablamos todos los días, y su amor es mi mayor aliciente. Como he dicho antes, es mi más grande regalo.
¿Que si tuve retos? Miles. Más de una vez no supe qué hacer cuando la niñera no llegaba el lunes en la mañana y yo tenía que ir a trabajar y no tenía con quién dejarla.
Más de una vez me la tuve que llevar al trabajo, y no me canso de agradecer al que era mi jefe en ese entonces, que fue tolerante con esta situación. Más de una vez me vi sin un peso y la responsabilidad de otra vida, a la que sentía cuidar y proteger más que a mí misma.
Pero, ¿sabes qué? Valió la pena y lo haría mil veces más.
Haz tu parte y deja que la vida haga el resto. Ni en mis más salvajes sueños me hubiera imaginado que siendo un ser imperfecto, con cero experiencia, tantas ausencias mientras buscaba el sustento, tendría tan buenos resultados.
La verdad es que Chelsea no es perfecta, pero dicho por todo el que la conoce, y a pesar de ser hija única, es una mujer enfocada, trabajadora, independiente, con un gran corazón, y me ama, admira y respeta. Mucho más de lo que yo hubiera podido anticipar cuando ella nació.
Yo hice lo mejor que pude, pero dejé que Dios y la vida hicieran su parte. Y sobre todo, siempre la he dejado ser quien ella es y no quien yo quisiera que fuese. Como podrás haberte dado cuenta, Chelsea es mi mayor orgullo, mi obra mejor lograda y el ser que más amo en este planeta.
¿Y a ti, cómo te ha resultado? ¿Cuál ha sido el mayor aprendizaje que te ha dejado la maternidad?
Irene Morillo