Una vez te conviertes en madre, inmediatamente empiezas a velar por el bienestar de tu hijo, incluso, muchas veces, hasta por encima del tuyo. Querer cuidarlos de todo mal, que sean siempre felices y tengan éxito en su vida son sentimientos comunes con los que toda mujer que ha dado vida puede sentirse identificada. Pero ¿alguna vez has pensado si en el afán de resguardar a tu pequeño, sin darte cuenta cruzaste la línea donde termina lo sano y comienza lo tóxico?
Si bien es cierto que hay un grado de protección esperado y necesario de los padres a sus hijos, como el que se refiere a la integridad física y el estado emocional, la psicóloga Clarissa Guerrero advierte que en el momento en el que ese cuidado se lleva al extremo, pasa a ser sobreprotección.
“Esta patología se caracteriza por una conducta que impide el desarrollo óptimo del niño porque los padres interfieren, en lugar de promover su independencia natural, como debe ser”, indica la terapeuta infantojuvenil, al tiempo que enfatiza en que este comportamiento nunca es saludable, sino todo lo contrario.
Las consecuencias a las que da lugar pueden ser muchas. Algunas de las que cita son futuros adultos completamente incapaces y dependientes, tanto de manera física como emocional, incapacidad para enfrentarse al mundo, e incluso la posibilidad de desarrollar patologías antisociales.
“Aunque muchas veces los padres entienden que un niño sobreprotegido solo será tímido o retraído, que no tomará iniciativa o no desarrollará habilidades sociales, también puede presentar una patología antisocial, que lo lleve a sentirse centro de todo y con necesidades que siempre deben ser cumplidas por los demás”, explica la especialista.
Ya consciente de las secuelas que supone sobreproteger a tus hijos, seguro que no querrás caer en lo extremista. Por eso presta atención a estas cinco signos que pueden darte un indicio de que estás actuando mal:
¿Eres una madre sobreprotectora? Estas señales te ayudan a descubrirlo
1. No quieres que se enfrente a situaciones difíciles. Ningún padre quiere que sus pequeños tengan que lidiar con las injusticias y la maldad del mundo exterior. Sin embargo, muchas veces es necesario dejar que sean conscientes de ello, pues no siempre podrás mantenerlos aislados en una burbuja de protección. Tarde o temprano les tocará lidiar con las realidades del mundo y si te encargaste de cuidarlo demasiado, no contarán con las herramientas necesarias para hacerle frente.
2. Seleccionas sus amistades. Hay una gran diferencia entre advertir e imponer. Claro que puedes dejarle saber a tu hijo cuando no te agrada una persona para que sea su amigo, pero eso no quiere decir que debas prohibirle que se junte con él o ella, sobre todo si ya es un preadolescente. Deja que sea él quien se dé cuenta de cuáles son las amistades buenas y las malas. Esto lo ayudará a crear relaciones interpersonales sanas a lo largo de su vida.
3. Tratas de que tenga éxito en todo. El fracaso es parte de la vida, y no por pura casualidad. Como bien reza un dicho popular, de los errores se aprende, por lo que si cohíbes a tu hijo de vivir esas malas experiencias, le estás haciendo más daño que bien, al no dejarlo desarrollar habilidades nuevas y aprender a lidiar con la frustración de que las cosas no siempre salen como uno quiere.
4. Le asignas pocas responsabilidades. Fijar tareas del hogar no solo se trata de crear un ambiente de colaboración en la familia, sino también de que el niño aprenda a asumir y cumplir responsabilidades, pues en algún momento le tocará hacerlo, y si no inculcaste el valor de la disciplina, no sabrá cómo.
5. Lo recompensas constantemente con regalos materiales. Ofrecer regalos materiales a tu hijo cuando obtiene buenas notas en la escuela o cumple con alguna responsabilidad, es un comportamiento con el que muchos expertos en conducta infantojuvenil no están de acuerdo. ¿Cuál es el problema? Que al recompensar todo lo que hace, no dejas que se dé cuenta de que el logro alcanzado por sí solo representa algo significativo, aunque no obtenga algo material a cambio.
Fuente: LAURA ORTIZ