Madrid.- El fotógrafo y aventurero español Juan Sisto ha recorrido más de 24.000 kilómetros en bicicleta en América, desde la Patagonia hasta Alaska, una experiencia para conocer la naturaleza que ha recogido en el documental «Horizonte Norte».
«Quería ir a un lugar salvaje donde hubiera montaña», resumió Sisto en declaraciones a Efe, y el impulso lo llevó a viajar por el continente de punta a punta.
Sisto financió su aventura vendiendo fotografías, escribiendo artículos sobre su experiencia «y, en general, haciendo de todo», pues no hay que ser millonario para viajar lejos, según explica.
Este «amante de la naturaleza», como se define, partió en 2015 desde su casa de Santiago de Chile hacia la Patagonia «sin ninguna ruta en mente», en una aventura que se convirtió en «un viaje de sacrificio y superación personal» de más de dos años de duración.
Al llegar a la ciudad argentina de Ushuaia, la más austral del mundo, en la provincia de Tierra del Fuego, pensó que no le «apetecía parar», así que se dirigió hacia el norte, según cuenta.
De este modo comenzó un viaje con destino final en Alaska, en el que pudo viajar a través de los parques nacionales más importantes de todo el continente americano.
«Fue un momento emocionante descubrir que con mi bicicleta podía llegar hasta un glaciar, un desierto o al fin del mundo si quisiera», recuerda Sisto, quien precisa que la travesía le permitió conocer «la esencia» de cada país.
A su paso por Colombia, Panamá y los estados norteamericanos de California y Alaska, el cineasta Álvaro Sanz lo esperaba para grabar distintas etapas del viaje y poder utilizarlas después en el documental.
Gracias a las sugerencias de cada población local que visitaba, Sisto pudo avistar en distintos espacios naturales «muchísimos animales, aves exóticas y cocodrilos propios de las zonas tropicales.»
El aventurero destaca especialmente «la calidez y acogimiento de la gente latina» que encontró, y recuerda con cariño que las personas más humildes en las zonas rurales fueron las que con mayor facilidad le ofrecieron un lugar donde dormir.
Además, planeó los recorridos eligiendo carreteras pequeñas. «No solo porque son mucho más bonitas -argumenta-, sino también porque son más seguras», en alusión al elevado número de accidentes de ciclistas.
Comprar suministros era una tarea «sencilla» en Sudamérica, donde encontraba poblaciones o vendedores de víveres incluso en las zonas más remotas.
Pero, cuando llegó a Norteamérica, sintió «la soledad», aunque ya se desplazaba con Bea, una compañera de viaje que conoció en el camino, porque llegaban a recorrer hasta 250 kilómetros sin ver a otros seres humanos, explica el fotógrafo.
Sisto estaca la buena gestión de los espacios naturales en Estados Unidos, como el Parque Nacional Denali, donde recibió una clase de educación ambiental «obligatoria antes de entrar».
Allí aprendió, entre otras cosas, a proteger los alimentos de los osos, colgando la mochila de la rama de un árbol para evitar que los animales asociaran comida con la presencia humana.
Y las experiencias «más salvajes» las vivió en Alaska y Canadá, «donde la presencia de osos, caribúes, alces y muchos otros grandes animales era constante».
La variedad geográfica de Sudamérica también le impactó «enormemente, como en el Parque Nacional Los Alerces» (Argentina), y las secuoyas de la costa occidental de Estados Unidos y sus imponentes bosques le parecieron «sacados de un cuento».
La aventura de Juan no estuvo exenta de riesgos, y reconoce que pasó «mucho miedo» acampando al aire libre en el Parque Nacional Torres del Paine (Chile), justo durante la época de cría del puma. Es entonces «cuando las mamás matan para enseñar a los cachorros a cazar», dejando tras de sí varios cadáveres de guanacos.
Fuente: EFE