Todas las actividades cotidianas que realiza una persona están básicamente mediadas por las emociones, de ahí que entender cómo se reacciona a cada una de esas emociones es de vital importancia para tener una vida más sana y equilibrada.
Por ejemplo, existen personas que pueden presentar estados de enojo o ira con más facilidad, frecuencia e intensidad que otras, que reaccionan de manera brusca e intolerante ante cualquier situación que les incomode o con la que no están de acuerdo.
Estas reacciones, en la mayoría de los casos, pueden provocar fuertes discusiones y llevar a respuestas mucho más fuertes, como agresiones físicas y hasta a la muerte. Estos ataques de ira no sólo pueden afectar a quienes están a nuestro alrededor, también nos generan graves problemas en el organismo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) sostiene que las causas de la ira-a pesar de muchas investigaciones- aún no han podido ser entendidas por completo. Cada ser humano reacciona con ira ante diferentes situaciones que la pueden desencadenar, aunque estos pueden ser muy diferentes de una persona a otra.
Por lo general depende de la edad, el sexo y los niveles de educación. Además, pueden influir también los diferentes estados de ánimo que presente la persona en ese momento.
Sin embargo, investigaciones sostienen que reprimir la ira le hace mucho mal a la salud psicofísica, causando especialmente problemas de depresión, úlceras, migrañas y muchos otros malestares. No sacar a tiempo los sentimientos de rabia puede ser la causa de una gran cantidad de problemas de salud, pero explotar y gritar descontroladamente también puede ser muy peligroso, ya que ésta es causa de problemas cardíacos, como arritmias, pre-infartos, paros cardíacos y, en el peor de los casos, la muerte.
De acuerdo con Luis Minaya, psicólogo, coach y experto en inteligencia emocional, las personas deben aprender a desarrollar habilidades para saber manejar sus emociones. “La primera habilidad es autoconocerse. Es decir, cómo responder a eso que nos hace enfadar. Las personas creen que los demás son los que los sacan de quicio y lo hacen perder la paciencia; y en realidad eso es mentira, pues cada quien responde según lo que tenga dentro. La ira está dentro de nosotros, y para que salga algo la tiene que activar y provocar. Entonces, debemos aprender a reconocer qué nos activa y qué nos provoca. Luego viene la parte del dominio propio y saber cómo se va a regular esa emoción, bajarle la “mecha” a esa rabia”, sostiene Minaya.
Explica que manejar la ira es muy difícil, más aún cuando no se entiende que nadie tiene culpa de esa rabia, ya que cuando cuándo una persona estall, generalmente tiene muchas emociones y frustraciones reprimidas y ha aguantado muchos “boches”’, y vejaciones. En ese sentido, dice Minaya, lo mejor es detenerse a pensar qué es lo que se quiere lograr y qué es lo mejor. Es lo que se llama madurez. “Hay que señalar que la ira tiene un valor positivo y es la gran motivación al cambio. El enojo nos anima a hablar sobre las cosas que nos preocupan, no obstante, hay que saber expresar estos malestares de una manera en la que nuestras reacciones no nos afecten física ni emocionalmente, así como tampoco a las personas que nos rodean” , aconseja Minaya.
Otros males que causa el enojo
El estrés físico y mental que producen los enojos puede desencadenar un colapso cardíaco y cualquier otra afección relacionada al corazón. También, puede causar daños hepáticos, ya que la ira provoca una mayor secreción de bilis de lo que se produciría en condiciones normales. Esta sustancia debe ser expulsada a través de la vesícula, por ello es que este órgano también se resiente.
Al molestarnos con nuestro jefe, con la pareja, los hijos o el tránsito, el cuerpo segrega una hormona llamada adrenalina, la cual también aparece en demasía cuando estamos ante una situación de temor excesivo. Esto puede causar dolores o contracturas en los músculos, así como también dolor de cabeza. Los hombros, la nuca y la espalda son los que se llevan la peor parte, ya que deben cargar con todo el peso de la tensión.
Fuente: Ivelisse Santos