La dieta carnívora, ¿una tendencia saludable?

 A  la par de la corriente del vegetarianismo ha surgido un movimiento que defiende la carne roja como el alimento ideal. 
Sus seguidores aseguran que alivia la depresión y puede curar problemas reumatológicos y musculares. ¿Es hora de cambiar la ensalada por un jugoso filete? Mejor lea la opinión de las expertas.
Comer o no comer carnes rojas tiene tantos partidarios como detractores; sin embargo, en este último año, quienes la proclaman como un superalimento están empezando a reclutar adeptos. Algo en lo que tienen razón los carnívoros extremos, criptocarnívoros o veganos inversos (como se les conoce) es que, más allá de su sabor, sus propiedades nutricionales son dignas de destacar.
Es una excelente fuente de hierro, eso lo tenemos claro. Lo que tal vez no sabemos es que este mineral es de alta biodisponibilidad; es decir, “es fácilmente absorbido por el aparato digestivo ya que se encuentra en forma ‘hemo’ (clasificación química que se le da al hierro en los alimentos). Además, contiene hierro ‘no hemo’ el cual se asimila mejor cuando se combina con alimentos ricos en vitamina C”, asegura María Camila Loaiza, nutricionista dietista de la Universidad de Antioquia.
Tienen también un alto contenido de proteínas y de ciertas vitaminas del llamado complejo B (B1 y B2), y es una buena fuente “de algunos nutrientes importantes para el desarrollo de las actividades de la vida diaria como el zinc y el selenio”, complementa Liliana Ladino, doctora en nutrición y coordinadora de la Línea Malnutrición del Instituto de Investigación en Nutrición, Genética y Metabolismo (IINGM) de la Facultad de Medicina de la Universidad El Bosque.
Ni mucho ni poco
Según las expertas, en todas las etapas de la vida es importante incluir las carnes rojas como parte de una alimentación saludable, lo que varía es el tamaño de la porción y la frecuencia, que puede aumentar o disminuir de acuerdo con la edad y las condiciones de cada quien.
Advierten igualmente que dejar de consumirla sin un adecuado seguimiento médico y nutricional no es la opción más aconsejable. “Existe la posibilidad de desarrollar anemia por deficiencia de hierro, lo que puede ocasionar cansancio, vértigo, palidez generalizada y uñas quebradizas”, explica la doctora Ladino.
Una recomendación que se aplica en el caso contrario: “Si hablamos de la carne, su abuso puede generar carga renal o exceso de ácido úrico, entre otras afecciones”, complementa Loaiza. Así mismo, cuando existe un alto consumo de este alimento se suele disminuir la ingesta de los demás, pues genera mayor sensación de saciedad.
Un lomo para ser feliz
De esta controvertida tendencia, un tema que ha generado mucha inquietud es la afirmación de que una dieta carnívora puede ser la clave para curar la depresión. ¿Qué tan cierto es? “Si la persona tiene déficit o exceso en el consumo de algún alimento, eso puede alterar su salud y es allí donde considero que se podría desencadenar una alteración en el estado de ánimo. Si estás bien nutrido, te sentirás mejor y más sano”, afirma la nutricionista dietista de la Universidad de Antioquia.
Para la doctora Ladino, la razón puede estar en los neurotransmisores que están compuestos por proteínas que obtenemos de la alimentación diaria. “Cuando se come muy poca proteína se limita su producción y se presentan cambios en el estado de ánimo. Lo mismo ocurre si hay baja ingesta de algunas vitaminas y minerales (como el hierro) esenciales para el funcionamiento del sistema nervioso”.
Y agrega: “El triptófano es un aminoácido (proteína) que se encuentra en la carne y la leche, y que junto a varias vitaminas permite la formación de serotonina, principal neurotransmisor que regula el estado emocional y que está fuertemente relacionado con lo que comemos. Los niveles altos de esta hormona estimulan el ánimo, frenan la ansiedad por los alimentos, incrementan la tolerancia al dolor y permiten tener un sueño conciliador. Por el contrario, sus bajos niveles resultan en insomnio, depresión, ansiedad por alimentos, incremento de la sensibilidad al dolor y comportamiento agresivo”.
Irónicamente, concluye la especialista, una dieta alta en proteínas no garantiza alcanzar mayores niveles de triptófano ni de serotonina. Solo el balance en la ingesta de todos los grupos de alimentos (verduras, frutas, cereales, lácteos, carnes, leguminosas, grasas y azúcares) asegura adecuados niveles de triptófano y, por ende, de serotonina.
Fuente: Fucsia
Salir de la versión móvil