La salud del medio ambiente y su impacto en la salud humana

La crisis sanitaria causada por la pandemia del nuevo coronavirus ha puesto en primer plano el tema de la salud humana y su vulnerabilidad ante los efectos de la crisis ambiental.
De esa relación entre la salud de los ecosistemas y el bienestar de las personas, sobre todo de cómo el último depende tanto de la primera, responde unas preguntas para el Encuentro Verde de Listín Diario don Sixto J. Incháustegui, biólogo dominicano con muchos años de experiencia en el mundo académico, la investigación y la conservación.
¿Cómo impacta la pérdida de los recursos naturales y el cambio climático la salud y la calidad de vida del ser humano?
Para responder esta pregunta primero debemos ver cuál es el estado de situación del medio ambiente. Esto hoy en día es muy conocido por muchos, ya que se han convertido en temas cotidianos en los medios globales y nacionales. Hay dos grandes impactos actuales sobre nuestro planeta: la crisis de la diversidad biológica y el cambio climático. Numerosas publicaciones hacen referencia a esto. El reporte sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (2019) de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) nos dice que cerca del 25% de todas las especies de plantas y de animales evaluadas se encuentran amenazadas de extinción, lo que equivale aproximadamente a 1 millón de especies. Así mismo el informe Calentamiento Global de 1.5°C (2018) del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) nos alerta sobre los impactos del cambio climático, de subir la temperatura promedio del planeta sobre 1.5°C por encima de los niveles de esta en los tiempos preindustriales. La situación nacional se encuentra igualmente impactada, tanto por la pérdida de la biodiversidad como por el cambio climático. El 24% de las plantas vasculares, el 86% de las especies de anfibios y el 35% de las especies de reptiles se encuentran amenazadas de extinción.
La arribazón de algas pardas a nuestras costas y playas es una evidencia palpable de uno de los impactos del cambio climático.
Es importante tomar en cuenta que si bien por lo general se tratan de manera separadas los temas de la crisis de la biodiversidad y el calentamiento global, estos interactúan entre sí y magnifican sus impactos. Además, hay que tener en cuenta que existen otros factores, la mayoría preexistentes, que se suman a esta situación, como son la destrucción o fragmentación de los bosques naturales y otros ecosistemas, la contaminación, el uso no sostenible y las especies invasoras.  
La vida humana ha sido posible en nuestro planeta por las condiciones que en él se encuentran, las cuales se han producido a lo largo de un proceso evolutivo. Hay una muy estrecha interdependencia entre los seres vivos y el medio en que viven, incluyendo atmósfera, clima y suelo. Esto nos incluye a nosotros los seres humanos. La salud de los ecosistemas permite que se desarrollen los llamados servicios ecosistémicos, que incluye los ciclos del agua y del carbono, entre otros. Solo el valor de estos servicios provistos por las áreas protegidas ha sido estimado por Víctor Gómez y colaboradores en US $2,558.8 millones, que representa el 4.1% del PIB del año 2012.
La salud del medio ambiente se relaciona con el bienestar humano. En la medida que se deterioran los ecosistemas y las especies que lo conforman, se reducen las opciones de uso y se incrementan los impactos negativos como son la erosión de los suelos, las inundaciones, los deslizamientos de lodo, entre muchos otros. En las evaluaciones que ha hecho la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) sobre la valoración económica de las pérdidas producidas por eventos como el huracán Georges y las tormentas Olga y Noel, siempre se concluye que en parte los impactos se han debido al mal manejo de las cuencas hidrográficas. Una de las tragedias más grande que hemos tenido en tiempos recientes fue la de Soliette-Jimaní (2004), donde hubo grandes pérdidas de vidas humanas.
Factores ambientales, como la contaminación del aire, del agua y del suelo, la exposición a productos químicos, el cambio climático y la radiación ultravioleta, son considerados por la Organización Mundial de la Salud como factores de riesgo para la salud humana. Ha señalado que estos contribuyen a más de 100 enfermedades o traumatismos y ha estimado que en el año 2012 fallecieron 12,6 millones de personas en todo el mundo debido al ambiente. El cambio climático, por ejemplo, está favoreciendo la proliferación y expansión de la distribución geográfica de mosquitos transmisores de enfermedades  conocidas, como el paludismo y otras que son consideradas emergentes. Esto, con consecuencias directas para la salud humana.
Muchos pueblos consumen animales silvestres desde hace siglos, ¿por qué es tan apremiante la alerta y la advertencia de su consumo ahora?
No hace mucho leí los resultados sobre investigaciones realizadas en un país del norte de Europa que señalaba que se había encontrado una correlación entre el incremento de las alergias y el empobrecimiento de la diversidad biológica, y que las personas que vivían o tenían más contacto con bosques nativos sufrían de menos alergias, sobre todo respiratorias. ¿Por qué? Porque en la medida que se empobrece el ecosistema se empobrece la diversidad de agentes alérgenos, como pólenes y hongos, entre otros. Cuando son muy diversos, estamos expuestos a una diversidad de los mismos, pero en menores cantidades, lo que reduce la posibilidad de desarrollar alergias a algunos de ellos. La reducción de la diversidad biológica lleva al predominio de unas pocas especies, tanto macro como micro,  pone  en contacto cotidiano con una menor cantidad de potenciales alérgenos, pero en mucho mayores cantidades.
Entonces, ¿qué pasa con los virus? Los virus son agentes acelulares infecciosos conformados por material genético que existen desde el comienzo de la vida misma. Para reproducirse tienen que invadir células vivas. En la actualidad se conocen cerca de 5,000 virus diferentes, aunque se estima que en realidad puede haber millones de ellos. Hay una gran diversidad que se asociación a casi todos los seres vivientes.
Las enfermedades virales, microbianas o de otros orígenes tienen, entre otras funciones, la de regular las poblaciones de seres vivos y el equilibrio de los ecosistemas donde se encuentran. En ecosistemas en equilibrio, con gran diversidad biológica, estos también se mantienen en equilibrio, lo cual reduce grandemente la posibilidad de epidemias. Los cambios ambientales, naturales o producidos por los humanos también cambian la forma en que el ecosistema, sus especies y los humanos nos relacionamos con las enfermedades y sus distintos vectores. Los grandes cambios en el medio ambiente han alterado la ecología de las enfermedades. 
La vida no es estática, cambia y evoluciona constantemente y estos cambios  incluyen a los virus. El contacto de poblaciones humanas con la disminución importante de la diversidad biológica de éstos y un mayor acercamiento o interacción con la vida silvestre, incrementa las probabilidades del paso de enfermedades virales de la vida silvestre a los humanos. El doctor Thomas Gillespie, especialista en la ecología de las enfermedades (Departamento de Ciencias Ambientales de la Universidad de Emory) estudia cómo la disminución de los ecosistemas naturales y los cambios de comportamiento incrementa la posibilidad de riesgo del paso de nuevas enfermedades de animales a humanos. Este investigador ha dicho que no le ha sorprendido la aparición de esta pandemia, dado que con los impactos que hemos generado sobre el medio ambiente hemos creado las condiciones para ello.
Los seres humanos desde nuestros inicios hemos dependido de la vida silvestre para nuestra alimentación. Con el paso del tiempo, hemos domesticado plantas y animales, que constituyen la base de la alimentación humana hoy día. Sin embargo, en muchas regiones del planeta todavía hay un alto consumo de carne de animales de la vida silvestre. No solo en los países asiáticos, sino también en países africanos. Un muy buen amigo africano, profesional muy calificado de un área de la salud, me decía que la mejor exquisitez era la carne de la palma de la mano de los gorilas. Algo que parece inconcebible para muchos de nosotros, por múltiples razones. Son costumbres muy arraigadas, ancestrales, y a veces también, de índole económica. En los últimos decenios se ha trabajado mucho en tratar de educar a las poblaciones para descontinuar esta práctica, así como de regularla legalmente. Tanto por su impacto en la salud humana como en la conservación de las especies.
Los coronavirus son parte de una extensa familia de virus que pueden causar enfermedades en animales y humanos. Incluyen enfermedades respiratorias y han sido los causantes de dos epidemias recientes, el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS, por sus siglas en inglés) y el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SRAS).
La pandemia actual es producida por un coronavirus que causa la enfermedad COVID-19. El virus que produce el MERS ha sido asociado a camellos y el que produce el SRAS a civetas (animales parecidos a los hurones). 
Desde hace tiempo se conoce que hay animales que pueden ser portadores sanos de virus causantes de enfermedades. Entre los más conocidos tenemos a los murciélagos y a los hurones. Ambos pueden ser portadores sanos del virus de la rabia, y transmitirlo al morder a otro animal o a humanos. Esto es más problemático en donde hay murciélagos vampiros (que se alimentan de sangre) como en Mesoamérica. Nosotros no tenemos murciélagos vampiros y por tanto este no es un problema de salud pública en el país.
Los murciélagos son también portadores de diversos coronavirus. Sin embargo, es importante hacer varios señalamientos. Primero, los murciélagos que más se han relacionado con el salto potencial del coronavirus del COVID 19 son de los llamados murciélagos herraduras. En general existen dos grandes grupos de  murciélagos, los microquirópteros, que se encuentran en esta lado del mundo, y lo macroquirópteros, en África, Asia y Oceanía. Estos conocidos también como zorros voladores o murciélagos frugívoros, son muy comunes en los países donde existen, y mucho más grandes que las especies de microquirópteros, lo cual los hace disponible para la alimentación humana. Las condiciones de hacinamiento, ya sean en granjas, criaderos, mataderos y mercados, los llamados “mercados húmedos” (nombre que se da a mercados al aire libre), hacen más propicia la posibilidad de transmisión de enfermedades virales a humanos. El hecho de que los murciélagos de herradura constituyen un gran reservorio natural de virus como el SARS-CoV, como a la cultura en China de utilizarlos como alimento para humanos, podría constituir un peligro potencial  para el salto de uno de estos virus a los humanos. Sobre todo porque se someten con relativa frecuencia a recombinaciones genéticas naturales y una nueva mutación podría tener la capacidad para pasar a humanos y propagarse como una nueva enfermedad.
Todo esto no hace que debamos considerar a los murciélagos como animales peligrosos. Realizan muy importantes servicios ecosistémicos, dispersa semillas en el bosque, controlan poblaciones de insectos y polinizan plantas, entre otros muchos beneficios. 
El hecho de que algunos personajes se hayan referido en términos generales al potencial de una pandemia, incluso en algunas películas, series y personajes de televisión, se basa en el hecho de estar informados de estas probabilidades desde antes que ocurrieran. Todo esto basado en la ciencia, no en premoniciones ni capacidades sobrehumanas. Así mismo, los diversos estudios que se han realizado sobre el genoma del coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2), que es el que produce la enfermedad llamada COVID-19, han mostrado que el mismo no es creado en el laboratorio y ha surgido por medio de procesos naturales. Olvidémonos de todas las teorías de la conspiración.
 Háblenos sobre la importancia de la vinculación de los países con la Agenda Ambiental Global para el manejo de crisis de salud.
El 2020 prometía ser un año icónico para la agenda ambiental global. Luego de los informes del IPCC sobre cambio climático y del IPBES sobre la biodiversidad, importantes eventos globales ambientales programados para el 2020 han tenido que ser postergados.
La 15ava. Reunión (COP 15) del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) estaba programada para realizarse en octubre de este 2020 en Kunming, China, la cual, evidentemente, ha sido pospuesta. Luego de haber entrado en vigencia en el 1993 se acordó una estrategia global sobre la biodiversidad, con el propósito de reducir, mitigar y/o restablecer la pérdida de la diversidad biológica en el planeta y cada uno de los países partes de la convención. Para ello, cada país parte debería desarrollar su propia estrategia nacional. Los avances alcanzados deberían revisarse en la COP 10, celebrada en el año 2010 en Aichi, Japón. Lamentablemente se vio que no se había avanzado como se esperaba, y que más bien el deterioro seguía en aumento.
Se desarrolló entonces una segunda estrategia global, con 20 metas, las llamadas Metas de Aichi. De nuevo, cada país debería actualizar o reformular su estrategia nacional en concordancia con estas metas. El marco temporal establecido fue hasta el 2020, de manera que en la COP 15 se revisarían los avances globales y se establecerían nuevos acuerdos, los llamados acuerdos post 2020. El nuevo marco temporal será 2021 – 2030, en consonancia con el marco temporal de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. La situación global de la biodiversidad es crítica, y se hace imperativo acordar nuevas acciones que puedan conllevar a soluciones más efectivas.
De igual manera, la COP 26 sobre cambio climático, que se celebraría en noviembre en Glasgow, Inglaterra, también ha sido pospuesta. Muy importante reunión de las conferencias de la partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático. 
La Agenda 2030 sobre desarrollo sostenible incluye los llamados “Objetivos Planeta” en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Estos incluyen los ODS 6, 12, 13, 14 y 15:
•          Objetivo 6: Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos
•          Objetivo 12: Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles
•          Objetivo 13: Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos
•          Objetivo 14: Conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible
•          Objetivo 15: Gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad
Para cada uno de estos ODS hay una serie de metas con sus respectivos indicadores para medir el avance hacia las mismas. Los indicadores para los cuales menos se ha avanzado, tanto a nivel global como nacional, son precisamente los de los ODS Planeta, en particular los ODS 14 y ODS 15. La República Dominicana es país parte tanto de la convención sobre la diversidad biológica, como la convención sobre cambio climático, y es signataria de la Agenda 2030.
La pandemia está, pues, teniendo un gran impacto sobre la ya urgente agenda ambiental global, y sus respectivas acciones en el nivel nacional. No solamente por la posposición de las grandes reuniones globales, sino también por la paralización o ralentización de las acciones necesarias para avanzar en las metas establecidas y necesarias. Esto está conllevando paralización y/o disminución de los fondos internacionales y nacionales disponibles para ello.
Es muy importante que los países, dentro del marco de las posibilidades de la vivencia actual, mantengan el apoyo a las agendas globales y nacionales sobre el medio ambiente.
¿Qué papel están jugando instituciones como UICN, BirdLife International y las ONG nacionales en la conservación de los recursos naturales?
Las ONG ambientales juegan un papel muy importante en la conservación y manejo sostenible de los recursos naturales y la biodiversidad. Se  puede distinguir entre las grandes ONG internacionales y las ONG nacionales.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), de la cual en estos momentos formo parte del Consejo Mundial, es la organización de esta naturaleza más grande y más antigua, fundada en 1948. Formula su Plan de Trabajo cuatrienal, el cual se aprueba por los miembros en los Congresos Mundiales, que se celebran cada 4 años. El Congreso Mundial 2020, para el cual se esperaba la participación de 10 a 12 mil personas, estaba programado para celebrase en Marsella, Francia, en junio de este año. El mismo ha sido pospuesto para principios del 2021. En el mismo se espera aprobar una serie de  resoluciones importantes relacionadas con el estado de la diversidad biológica y el medio ambiente en general. La UICN ha jugado un rol importante en el desarrollo de convenciones y acuerdos sobre la diversidad biológica, como la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) y el desarrollo de la metodología y bases de datos de Listas Rojas de Especies Amenazadas, hoy día instrumento universal para las evaluaciones de impacto ambiental, y determinación de políticas y legislaciones tanto en el sector gubernamental como en el sector privado. Las contribuciones de la UICN son muy extensas y se han extendido a lo largo de más de 70 años por todo el mundo.
Otra importante organización global es BirdLife International. Su esfuerzo principal es la conservación de las aves en todo el planeta, pero junto a estas sus hábitats y la biodiversidad global y la sostenibilidad en el uso de los recursos naturales. En la actualidad está conformada por 121 socios en todo el mundo. Actualmente la organización se mantiene activa, trabajando virtual y presencialmente donde es posible. Ha trabajado mucho en el combate al tráfico ilegal de vida silvestre, vinculado con el potencial desarrollo de nuevas enfermedades para los humanos. Así también, en temas de educación y concienciación sobre biodiversidad y salud.
Las ONG nacionales han jugado un importante rol para la conservación, sobre todo en los últimos decenios. El trabajo de las mismas complementa y apoya el trabajo de las instituciones gubernamentales, como el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales. La labor es muy amplia, y no puede ser completada por ninguna de las instituciones por si solas. Tienen la fortaleza, la mayoría de ellas, de la continuidad a mediano y largo plazo. Desempeñan una función muy importante en la defensoría del medio ambiente, cuando ha sido necesario, como en el caso de Bahía de las Águilas y la propuesta de instalar una cementera de Los Haitises. El Grupo Jaragua, organización a la que pertenezco, como miembro fundador, tiene su mayor fortaleza en el trabajo con especies en peligro, bosques y ecosistemas naturales. Algunas de las organizaciones nacionales forman parte del Consorcio Ambiental Dominicano (CAD). También existe el Comité Nacional de la UICN, el cual a su vez forma parte del Comité Regional del Caribe de la UICN.
¿Qué recomendaciones sugiere tomar en cuenta para mejorar la participación gubernamental y ciudadana en la conservación de los recursos naturales y mejorar la salud y calidad de vida?
Vivimos en la era de la tecnología de la información (IT por su siglas en inglés), lo cual es muy bueno, pero como todas las cosas tiene también sus limitaciones. Hace falta todavía mucha educación ciudadana para entender  estos procesos relacionados con la biodiversidad, el cambio climático, el medio ambiente y la salud. De la misma manera que la tecnología nos pone al alcance mucha y muy buena información, así mismo nos pone mucha información incorrecta y falsa. Es muy importante educar para el pensamiento crítico y análisis de las informaciones. No todo lo que vemos en las redes es cierto.
Al mismo tiempo, esta misma tecnología nos permite estar informado en tiempo real. Casi cualquier ciudadano tiene un teléfono celular con cámara, que le permite tomas fotos, videos y enviar mensajes, de manera que pueda hacer reportes de eventos ambientales que observe, o  de daños e infracciones, para lo cual hay ya diferentes instancias gubernamentales y privadas. Igualmente, como he señalado anteriormente, la realización de sobrevuelos sobre las áreas protegidas complementado con el uso de drones, puede ser de mucha importancia para mantener la vigilancia y reconocimiento de cualquier anomalía que se presentara. Lo más importante bajo esta circunstancia es mantenerse alertas ante cualquier situación de impacto que se pudiera producir sobre los recursos naturales y la biodiversidad, para poder denunciarlo ante las instancias correspondientes. Con frecuencia, cuando se presentan situaciones como esta, que conllevan a bajar la presencia y vigilancia en las áreas protegidas y otras áreas, pueden surgir personas que traten de aprovechar las circunstancias. La vida nos está enseñando, lamentablemente de una manera muy dura, que la salud de nosotros depende muy estrechamente de la salud de los ecosistemas y el medio ambiente.
Una vez controlada la pandemia del coronavirus, ¿qué sigue? ¿Cuál sería la primera medida ambiental que le propone adoptar a las autoridades?
El Foro Económico Mundial ha reconocido que el incremento de las epidemias durante las últimas décadas está vinculado a la pérdida de la diversidad biológica y el cambio climático. La deforestación se ha vinculado al 31% de las epidemias, incluyendo el ébola y el zika.  El Centro para la Prevención y Control de Enfermedades  (CDC, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos estima que al menos las tres cuartas partes de las nuevas enfermedades emergentes que infectan a los humanos se han originado en animales. Kate Jones, directora de ecología y biodiversidad en el University College de Londres considera que las enfermedades infecciosas emergentes transmitidas por animales cada vez más se convierten en una muy significante amenaza para la salud global, la seguridad y la economía. Ya en el 2012 David Quammen escribió su libro “Derrame: infecciones animales y la próxima pandemia humana” en el cual trata sobre el origen animal de las recientes enfermedades humanas emergentes. Este  es considerado entre los mejores diez libros de ciencia del año de su publicación.
Brian Bird, virólogo de la escuela de medicina veterinaria One Health de la Universidad de California en Davis ha dicho: “Estamos en una era de emergencia crónica. Es más probable que las enfermedades viajen más lejos y más rápido que antes, lo que significa que debemos ser más rápidos en nuestras respuestas. Necesita inversiones, cambios en el comportamiento humano, y significa que debemos escuchar a las personas a nivel comunitario. No podemos predecir de dónde vendrá la próxima pandemia, por lo que necesitamos planes de mitigación para tener en cuenta los peores escenarios posibles. Lo único seguro es que seguramente llegará el próximo”.
Entonces, ¿qué hacer? Considero muy importante que estas informaciones se diseminen entre la ciudadanía. No con el propósito de atemorizar en momentos tan críticos como el que vivimos, pero sí para estar debidamente informados. No se trata de adivinos, ni de videntes, ni nada por el estilo. Se basa en predicciones probables basadas en el conocimiento científico. El mundo no está cambiando. El mundo ya cambió. Por tanto, tenemos que adaptarnos a la nueva realidad.
Después de la crisis debemos redoblar nuestros esfuerzos para conservar más nuestra todavía rica diversidad biológica, los bosques naturales que aún nos quedan, fortalecer más nuestras áreas protegidas, fortalecer los mecanismos de realización y seguimiento a las evaluaciones de impacto ambiental. A la formación de más profesionales y a mas educación ciudadana. Entender que la biodiversidad y los recursos naturales no son ilimitados. Que no los podemos utilizar insosteniblemente sin esperar consecuencias.  
El doctor Plácido Gómez, viceministro de Ciencia y Tecnología del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología ha propuesto a investigadores de varias disciplinas y universidades conformar un equipo interinstitucional e interdisciplinario para analizar opciones de cómo seguir al corto, mediano y largo plazo. Cuando leemos toda la información científica que se produce en torno al tema de la pandemia, podemos ver que el número de especialistas que están aportando es muy diverso. Así mismo, que están surgiendo nuevas disciplinas académica y de investigación, como es la Salud Planetaria, que analiza los vínculos entre la salud humana y la del ecosistema. Es notoria la participación de biólogos, microbiólogos, genetistas, veterinarios, ecólogos y matemáticos, además de los profesionales más directamente del campo de la salud humana. Consideramos que esta iniciativa tiene el potencial de organizarse en un grupo abierto, que incluya investigadores e instituciones que deseen participar. Hacer un cuidadoso análisis de la capacidad nacional para enfrentar pandemias, identificar las fortalezas y debilidades, y actuar en consonancia. Formular una Estrategia Nacional para Enfrentar Enfermedades Emergentes, Epidemias y Pandemias. La tarea es ardua, no es para instituciones o personas aisladas. Los países de ahora en adelante deben tener instancias especializadas en control y mitigación de pandemias. No perdamos tiempo.
La doctora Delia Grace, epidemióloga y veterinaria del Instituto Internacional de Investigación Ganadera, con sede en Nairobi, Kenia, nos hace reflexionar sobre los llamados “mercados húmedos”, mercados al aire libre donde se vende entre otras cosas animales y carne de animales de la vida silvestre. Nos dice que estos son fuentes esenciales de alimentos para cientos de millones de personas pobres, y deshacerse de ellos es imposible. Las prohibiciones obligan a operar clandestinamente lo que conllevaría a que se pueda prestar menos atención a la higiene.
Nos parecería poco probable que algunas de las nuevas enfermedades emergentes se origen en nuestro país o cerca de nosotros. Los países tropicales asiáticos y africanos parecen reunir más condiciones culturales y ambientales propicias para ello. Sin embargo, no estamos exentos. Además, dada la globalización en la cual vivimos, con las facilidades y rapidez del transporte planetario, no importa dónde surja una epidemia. Estamos viendo lo rápido que puede viajar.
Estamos advertidos. Vivimos ya en el mundo de las enfermedades y pandemias emergentes. Actuemos en consecuencia.
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PERFIL. Sixto J. Incháustegui es miembro fundador del Grupo Jaragua, asesor del Viceministerio de Ciencia y Tecnología del MESCYT, miembro del Consejo Mundial de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en representación del Caribe y miembro de la Comisión de Áreas Protegidas y de la Comisión de Supervivencia de Especies.  
Fuente: LISTIN DIARIO
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