La ganadería es uno de los sectores que más impacto tiene en el medioambiente. Para reducir el consumo de carne, se ha propuesto incrementar los impuestos y se ha avanzado en la investigación y desarrollo de alternativas.
Recientemente la UK Health Alliance on Climate Change instó a los responsables políticos de Reino Unido a gravar con un “impuesto climático” aquellos alimentos cuya producción tenga un alto coste ambiental, como la carne roja y productos lácteos, si la industria no actúa para reducirlo voluntariamente.
Según informó el diario británico The Guardian, esta coalición de trabajadores de la salud, que incluye 10 colegios de medicina y enfermería y la Asociación Médica Británica, entre otros organismos, recomendaba acabar con las ofertas “2×1” en alimentos perjudiciales para la salud y el medioambiente.
También que se programasen campañas de información y que las etiquetas informaran de modo obligatorio del impacto ecológico, entre otras medidas.
No es la primera vez que se pone esta cuestión sobre la mesa. A mediados del año pasado, en Alemania, el partido socialdemócrata SPD y los Verdes propusieron elevar el impuesto sobre el valor añadido (IVA) a la carne hasta el 19%.
En la actualidad se mantiene al 7%, como la mayor parte de los alimentos. En este caso la propuesta también iba destinada a mejorar el bienestar animal.
EL IMPACTO
Una cuarta parte de las emisiones de CO2 corresponde a la producción de alimentos, según un estudio de la Universidad de Oxford Reino Unido), publicado en 2018.
La carne roja y los lácteos, sin embargo, tienen un impacto medioambiental mayor dentro de la actividad. El ganado es el responsable de alrededor del 14,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero, según estimaciones de la FAO.
Pero este no es el único problema ecológico que genera. Alrededor de tres cuartas partes del suelo agrícola se destina a producir alimentos para la ganadería y su expansión amenaza cada vez a más a bosques y selvas.
Entre los afectados se encuentra el principal pulmón del planeta: la Amazonía. En Brasil, por ejemplo, la deforestación aumentó un 30% entre agosto de 2018 y julio de 2019, según publicó la organización WWF.
En los países desarrollados el consumo de carne es considerable y reducir su ingesta no solo tendría un efecto positivo en la conservación del medio natural y el bienestar de los animales, sino también en la salud de las poblaciones.
ALGUNAS ALTERNATIVAS.
Para aquellos que consumen más carne de la necesaria o que pueden y desean reducir su ingesta, existen alternativas.
En los últimos años, los productos proteínicos, principal nutriente que aporta la carne, de origen vegetal han ido ganando espacio en los supermercados y en las despensas.
El tofu es una de las más asentadas. Ha formado parte de la dieta de muchos países asiáticos durante años y es una gran fuente de proteína baja en calorías.
El tofu tiene una apariencia similar a la del queso fresco, compacto, de color blanquecino o crema, y viene envasado normalmente en forma de bloque. Se elabora a partir de semillas de soja secas que se empapan en agua, se trituran y se hierven. Del resultado se separa lo sólido del líquido, al que se le añaden coagulantes para crear el tofu.
Se trata de un ingrediente que no tiene apenas sabor, lo que lo hace muy versátil, al poder absorber los aromas de otros ingredientes con los que se cocine.
En la línea del tofu, apareció recientemente un producto a base de proteína de soja de apariencia y textura muy similar al pollo, desarrollado y comercializado por la marca Heura, en algunos países de Europa.
El jackfruit, una fruta tropical de gran tamaño, es una alternativa a la carne de cerdo o el pollo frito que está ganando fuerza.
Una vez cocinada tiene un aspecto y textura similar a la carne. Las legumbres, garbanzos, judías negras, lentejas, también son un ingrediente fundamental entre la oferta no carnívora. Es normal encontrarlas en forma de hamburguesa o escalope.
Sin embargo, la investigación y la industria van un paso más allá. Aparte de las vegetales, se están llevando a cabo trabajos de investigación para generar proteína animal sin recurrir a la ganadería intensiva.
Una de las líneas en las que se trabaja es en la llamada “carne cultivada”. Esta carne se “crea” en un laboratorio a partir de células de un animal que no ha de ser sacrificado.
El desarrollo de este producto aún no ha alcanzado la fase de comercialización, pero el sector prevé que estén disponibles para el consumo en los próximos años.
Por el momento este tipo de carne se presenta en forma de alimento procesado, como una hamburguesa, nuggets de pollo o salchichas.
Fuente: EFE