La comida dominicana es rica en variedad, sabores y colores. Posee una marcada influencia de la cocina taína, española (con los inmigrantes canarios) y africana, por los negros esclavos traídos por los franceses en el siglo XVII y los negros libertos de Estados Unidos del siglo XIX.
A esto se suma el éxodo hacia la República Dominicana, entre los años 1880 y 1930, de cubanos, puertorriqueños, cocolos, braceros haitianos, árabes, turcos, judíos sefardíes, húngaros, chinos y japoneses. Todos ellos dejaron enraizada parte de sus costumbres gastronómicas, presentes en los platos tradicionales que conforman nuestra cultura culinaria.
Existen platos dominicanos parecidos a los de otros países, pero difieren de estos por algunos víveres, la naranja agria y el orégano dominicano, que les dan inigualable aroma y sabor.
La naranja agria, fruta de forma redonda, superficie ligeramente rugosa y pulpa ácida y amarga, proviene del naranjo amargo, un árbol cítrico. Se conoce también con el nombre de naranja bigarade, andaluza de Sevilla, cajera, cachorreña y en Paraguay epepu.
Se utiliza para lavar las carnes, para guisos, caldos, aliños o aderezos. Impregna un toque muy especial, único, y es la sazón dominicana por excelencia. Con ella también se preparan dulces y jugos.
Entre sus propiedades medicinales, resalta como sedante ligero, antiespasmódico y digestivo.
Otro de los ingredientes típicos fundamentales de la cocina dominicana es el orégano dominicano. Muchos le llaman falso orégano porque no pertenece al género Origanum, de la familia Lamiaceae. También se utiliza desde hace miles de años en remedios naturales y es esencial en la cocina mediterránea.
El orégano es una hoja tradicional en la cocina caribeña. Es ideal para aderezos de ensaladas y salsas, para quesos, carnes, huevos, caldos y platos criollos. Se puede utilizar fresco, pero el aroma de sus hojas se intensifica con el tostado o secado. Contiene vitaminas A, C, E y K, así como fibra, folato, hierro, magnesio, vitamina B6, calcio y potasio.
Solangel Velázquez