La responsabilidad de la familia en el cuidado de la casa común

En el contexto del mes de la familia y de nuestra actividad anual ‘Un paso por mi Familia, en su X edición, y gracias al apoyo de este medio de prensa, buscamos iluminar la responsabilidad de la familia en el cuidado del planeta desdela Encíclica Laudato sí. Se trata de dar unas claves o unas ideas, que muestren los hilos de conexión familia-Laudato Sí en una dimensión amplia en la que también se incluyen algunas conexiones con la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia.

En ese sentido, citamos cuatro aspectos claves a considerar:

La Encíclica Laudato sí, es un texto sencillo, pero profundo, marcadamente interdisciplinar y que interpela a todos, no sólo a los gobiernos, a las empresas, a las instituciones en general, sino también a cada uno de nosotros a nivel personal, familiar y como ciudadanos. Es un texto que no deja indiferente a nadie, sin importar la religión que profese y, cada vez que se lee, saltan a la cabeza nuevas ideas e implicaciones, sociales y personales; pero de forma directa responsabilidades familiares ineludibles.

La segunda idea clave, es si bien es cierto que la Encíclica supone un paso adelante en la Doctrina Social de la Iglesia, también es cierto que está enmarcada en continuidad con los escritos de los Papas anteriores. En la obra se citan numerosos textos de sus predecesores y términos, como la conversión ecológica, acuñado por S. Juan Pablo II en 2001, que adquieren una nueva dimensión. Una frase de la propia encíclica recoge muy bien esta idea: “De nuevo brota la eterna novedad del pensamiento cristiano” originario del paradigma de familia conformado por José, María y Jesús en aquellos escenarios de Nazaret, Belén, Egipto y Jerusalén, y como cuidaban los entornos donde se movían y actuaban.

La tercera idea, íntimamente relacionada con la anterior, es que la cosmovisión presente en la encíclica es la antropología cristiana. Dios Creador otorga al hombre y a la mujer una dignidad especial para que seamos los jardineros fieles de su obra creadora. El ser humano es naturaleza, es parte inseparable de la Tierra y es responsable de ella, de su cuidado y de velar por que se cumpla en ella los designios del creador. El Papa contrapone está visión de la antropología cristiana al antropocentrismo, el hombre Dios del mundo y también al biocentrismo, la naturaleza divinizada y el hombre su enemigo. En la encíclica aparece con un gran nivel de detalle el daño el antropocentrismo y sus lógicas, han hecho, y siguen haciendo, al mundo, tanto a la naturaleza como a los propios seres humanos es ese grito que da el Papa Francisco en ese cáptalo uno: ¿Qué es lo que está pasando en el mundo de hoy que estamos destruyendo ese precioso Jardín de Dios?

En el punto 119 de la encíclica se señala: “No podemos pretender sanar nuestra relación con la naturaleza y el ambiente sin sanar todas las relaciones básicas del ser humano,sin reconocer el valor de cada persona humana,sin el reconocimiento del otro” (LS, 119). Y las relaciones básicas del ser humano se articulan esencialmente en familia. Por lo tanto, esta misma crisis de cosmovisión está también en los cimientos de los problemas que hoy vive la familia. El profesor Larrú en una conferencia reciente sobre la Exhortación apostólica Amoris Laetitia señalaba: “No sabemos lo que es la familia porque no sabemos lo que es la persona”. Si cruzamos en el plano antropológico, los textos de la Laudato sí y de la exhortación vemos que están entrelazados En el punto 122 dela encíclica se señala: “Un antropocentrismo desviado da lugar a un estilo de vida desviado”.

En esta modernidad “líquida” en la que vivimos uno de los problemas de fondo que afecta a todas nuestras relaciones es, como recoge muy bien el punto 6 la encíclica, “la idea de que no existen verdades indiscutibles que guíen nuestras vidas” (LS, 6). Este problema afecta tanto a nuestra relación con la naturaleza, como a nuestra relación con los demás, los demás cercanos o lejanos, familia o sociedad en general porque todo esta interconectado.

La cuarta y última clave o idea general, muy presente en la Laudato, pero que también la encontramos en la Exhortación, es que todo está conectado. No es posible separar lo social de lo ambiental y hay “una íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta”. 

Los medios de comunicación han dado mucho eco al segundo aspecto, al clamor de la tierra, olvidándose en mayor medida del primero, el clamor de los pobres, pero también de la íntima y profunda conexión entre los dos. La voz que el Papa Francisco da en la Encíclica a los pobres y excluidos de la sociedad no ha resonado todo lo que debería.

Y este paradigma de que en el mundo todo está conectado es una de las ideas fuertes de la Encíclica. Como se aprecia por ejemplo en esta cita: “El auténtico cuidado de  nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás”. Consecuentemente se puede afirmar que hay un vínculo entre la crisis familiar, la crisis social-económica y la crisis ambiental, pero sin separarlas. Hay una íntima relación entre la fragilidad de los  pobres y la fragilidad del planeta, pero también esta íntima relación salta dela mirada al otro, a los excluidos de la tierra, a la mirada al otro dentro del ámbito intrafamiliar. Hay una estrecha conexión entre la Laudato Sí y la mirada misericordiosa de Jesucristo que aprendió en su primera escuela de vida que fue su familia.

Reflexión final

Mi primera aproximación es que la palabra familia o familiar la encontramos en 15 ocasiones en la Encíclica. Pero además en tres de ellas no es una referencia textual a la realidad familiar concreta, sino que evoca un significado más amplio y genérico: “hay que unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible” (LS, 13).

JOSE SERGIO ABREU

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